Tuesday, January 31, 2017

Cuestionamiento regiomontano

Es autobús parece flotar por una alfombra de asfalto y en la ventanilla ponen un paisaje bastante homogéneo formado por unas decenas de kilómetros de llanura semidesértica que cerca del horizonte se levanta en varias capas de la sierra madre junto a la que viajamos paralelos con dirección a San Luis Potosí.

Nuestro primer contacto con México ha sido en Monterrey en casa de una pareja de couchsurfers fantásticos. Perla y Antonio. Perla es fotógrafa y ha vuelto de Madrid hace unos meses de estudiar un máster. Antonio es economista y trabaja en un taller y tienen la intención de ir a Holanda o Suecia a trabajar en un futuro. La primera experiencia con couchsurfing en el viaje no puede ser mejor. Ambos nos abren las puertas de su mundo y nos integran en sus vidas presentándonos a sus amigos, enseñándonos la ciudad y llevándonos a comer cuando sus trabajos lo permiten.
El viernes Ribe y yo visitamos el centro de la ciudad que está intentando atraer turistas a pesar de no ser una maravilla de ver. Hace poco hubo bastante violencia pero nos dicen que la cosa está bastante tranquila. Predominan edificios altos sin mucha gracia como bloques de hormigón brutalistas y una gran plaza discontinua. El tiempo no acompaña hace frío y las actividades para hacer no van mucho más allá de visitar el museo de arte contemporáneo donde vemos una expo de pintura y una sobre la luz eléctrica. Esta última tiene obras realmente interesantes. Lo que más nos llama la atención a ambos es la sobreabundancia y lo repletas que están las tiendas de todo lo que uno pueda necesitar, anhelar o encapricharse. El contraste con Cuba es evidente. Vemos los anuncios y los letreros de los negocios competir por la atención del cliente en pocos metros cuadrados. Luces, impresión de gran formato. Las librerías están repletas de libros de autoayuda, espiritualidad, mindfulness y emprededuría, incluso la del museo. El tipo de libros a los que no suelo hacer caso en las librerías españolas aquí triunfan. Pienso en que es todo parte de una rueda retroalimentanda. Más tarde me comentarán que el norte de México está muy influido por Estados Unidos, o como ellos dicen "agringado" y que conforme vayamos bajando esta fiebre emprendedora se va disipando. Perla lo achaca a la baja cultura media del mexicano que lee un libro al año y que estas lecturas fáciles pueden ser una buena introducción. No sé yo.

Antes de volver vamos a tomar un café a una cafetería orgánica donde la camarera nos pide que le digamos nuestro sueño para escribirlo en nuestra taza. Ribe contesta rápidamente Viajar y yo me bloqueo y le digo a la chica que es una pregunta muy complicada que me hace pensar en que tener sueños cuando se está viviendo uno es construir demasiadas capas y acabo soltando una frase peregrina. Monterrey empieza a confrontarme y a hacerme preguntas.

El sábado vamos al parque Fundidora con Perla. Una antigua fundición de acero que han reconvertido en parque con muchas actividades culturales. Sigue haciendo frío y en el tejado de una de las fábricas reconstruidas Monterrey me vuelve a cuestionar diciéndome "¿Es usted feliz?". En serio Monterrey, no te pongas intenso, que no estoy a eso ahora mismo. Vemos la Bienal de Femsa y nos reunimos con Antonio para comer.

Por la noche vamos a casa de Chava, un amigo de la carrera de Antonio que es muy friki de los juegos de mesa y pasamos un buen rato jugando al Catán, Ticket to ride (que en España creo que se llama Pasajeros al tren) y uno de camiones de ganado del que no recuerdo el nombre. Chava disfruta como un niño jugando y explicando el juego, tanto que, al parecer, la mayor diversión de sus amigos suele ser "chingar a Chava" para verlo rabiar. Lo más llamativo de la casa de Chava es que para entrar al residencial hay que pasar por una garita con un segurata que solo abre tras una llamada telefónica al visitado y al que hay que dejarle una identificación y a veces una propina. Un portero extreme.

El domingo luce el sol y se disipa la niebla. Vemos por fin las montañas que rodean Monterrey y me asalta una pequeña sensación de claustrofobia. Perla y Antonio nos llevan junto a Katty y su hija Emma a comer a un mesón de carretera llamado Los Parientes en Allende, el pueblo de Perla. Katty desde el primer momento nos fascina. Trabaja en una organización relacionada con la integración de los indígenas mientras hace un MBA y cuida de Emma. Solo con oírla hablar sabes que estás ante una mente lúcida que rebosa energía. No para de disculparse por las travesuras de Emma, de un año y medio, con la que empiezo a desarrollar un buen entendimiento que acaba en juegos y diversión que Katty agradece. Después de comer vamos al puesto de elote que los padres de Perla regentan en la carretera de Allende. El elote es la mazorca de maíz cocinada bien sea hervida, asada o cocinada. La comida en México merece un capítulo aparte. Tengo la sensación de que no he hecho más que comer desde que llegué. Me siento más pesado y sobre mi actividad intestinal no voy a entrar en detalles.

4 comments:

  1. Tú que eres el mejor genio de inventar palabras que conozco (y tus relatos son los mejores por eso!), Cómo llamarías a la sensación contraria de tu claustrofobia al verte rodeado de montañas? Cómo llamarías a la sensación de ahogo al no verse uno rodeado de montañas, si hubieses nacido en un lugar en el que te acostumbraste a ellas?

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    1. Pues al no saber quién eres no te puedo dar una respuesta personalizada, pero así, a modo genérico voy a intentarlo. Lo que buscamos básicamente es una agorafobia extrapolado al ámbito de la naturaleza. Lo que caracteriza a los lugares sin montañas son los horizontes rectos y creo que es a eso a lo que se teme, a esa ausencia de elementos que curven la separación entre cielo y tierra. Así pues lo llamaría ortohorizofobia. Espero que te sirva de ayuda :D

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