Thursday, January 19, 2017

Colorear el abandono

Nos despierta el canto de un gallo insomne que me recuerda a la campana de la iglesia que hay junto a mi casa en Murcia que se confabula con un semáforo para perturbar el sueño a horas intempestivas. Me ducho con agua fría y desayunamos unas tostadas con mantequilla que prepara Yaniel.

Janios nos recoge en el Lada y ponemos rumbo al centro de la Habana. Casa sitio donde miro me estimula. Todo son colores y vegetación. En la carretera reina el caos. Caóticos baches en la carretera. Caótica conducción. Aquí las reglas están para incumplirlas dice alguno. Es muy difícil describir el tráfico. Gente subida en la parte de atrás de camionetas. Una vieja negra conduciendo un tractor que remolca una cisterna... Los perros callejeros se cruzan y en un momento se nos cruza un gallo que parece recordarnos el despertar que vamos a sufrir a lo largo del día.

Paramos en un banco lejos del centro a cambiar dinero. El olor a Oficina vieja la gente esperando en sillas sin respaldo. La suciedad. Lo despacio que funciona todo. La gente. Sus vidas. Un militar muy viejo con un arma. Cambiamos los euros por unos cuantos cucs y seguimos hacia la famosa plaza de la revolución.

La política en Cuba es omnipresente. Acostumbrado a que las vallas publicitarias anuncien productos me choca muchísimo ver cómo cada valla publicitaria aquí tiene mensaje político acerca de la bloqueo, educación, amigos del comunismo... La venta de un producto que no te queda más remedio que comprar. Las paredes pintadas con mensajes de recuerdo a Fidel. Hasta siempre comandante. Fidel es el pueblo. Por todas partes su imagen y la del Che. Es muy difícil hacerse a la idea de la magnitud de la presencia propagandística. Cuba es política y las conversaciones no pueden más que girar en torno a ello.

La siguiente parada es la Universidad. Un edificio monumental que contrasta con la pintura desconchada de las paredes por dentro y los muebles viejos. A L le sorprende la presencia mayoritaria de estudiantes de raza blanca y preguntamos por el racismo en Cuba y obtenemos silencio como respuesta.

Empiezo a ver escombro por todas partes. Grietas inmensas. J dirige nuestra mirada hacia lo ruinoso y nos explica que su conocimiento tan profundo de la historia de su país le impide ser participe de todo esto. Recuerdo las conversaciones que teníamos en la oficina donde me explicaba lo mal que estaba todo allí y yo le preguntaba por datos que escuchaba. Cada vez más me alegro de haber venido a verlo de primera mano. Me alegro de haber venido con él y de verla a través de sus ojos. Su actitud de renegado apenas denota conflicto. Está tan seguro de que todo esto está mal que no parece albergar ningún amor hacia su propia tierra, sensación de la que desconfío y en la cual espero encontrar alguna flaqueza.

Caminamos hacia el hotel Nacional por la calle 23. La ruina se convierte en una constante. Cada edificio parece abandonado. Me sorprende cómo se integra la vegetación en la arquitectura. Como si la vida se abriese camino en cualquier lugar. Edificios abandonados llenos de vegetación. Edificios no abandonados llenos de vegetación. Edificios que deberían estar abandonados llenos de gente. Que en lugar de verde colorean los balcones con los colores de la ropa. Vida abriéndose camino. Gente en estado vegetativo. J llegará a describir como Zombies. Gente vegetal sin nada que hacer. Ninguna ocupación más que ocupar un espacio.

Me empiezo a fijar en los colores y no dejo de pensar en la idea de colorear el abandono. Como si la ruina de colores pastel fuese menos ruina.

Llegamos a la embajada americana. Bosque de banderas. Supermercado. Electrodomésticos caros. comida y conversación.

Capitolio y ruina.
Iglesia
Habana vieja y hedonismo. Años 50

Alejandro. Santiago Feliu. El fantasma de Vladimir.

Hospitalidad y su correspondencia.

Siento que hoy han sucedido más cosas que en meses. Estoy tan cansado que se me cierran los ojos nada más acostarme. Siento que me ha despertado un gallo y se me han llenado los ojos de cosas vistas. Mi conflicto es más grande porque sé más. No he encontrado respuestas, solo he sido tensado la cuerda del conflicto. Ahora sé más, y eso implica estar menos seguro de todo. Redactar mejor. Siento que mi huida de la política no sería posible aquí. Quién hubiera sido yo aquí? Me hubiera rebelado? Sería un zombie?

Me invade como siempre la incapacidad de transmitir lo vivido. De que todo es demasiado complejo y mi osadía de intentar plasmarlo es algo inútil. que lo único válido que se puede hacer es escribir Mamá estoy bien y seguir consumiendo colores con los ojos.

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