Friday, January 27, 2017

La tortilla de patatas

Zep es una chica turca que lleva 5 meses viajando. Empezó por México y ahora está en Cuba para luego ir a Guatemala. Viaja sola pero nunca está sola.

Esta es Zep



Zeynep es su verdadero nombre y viaja por muchas razones. La salud le ha dado algunos sustos y vivir en la dictadura de Erdogan siendo activista le ha dado otros tantos. Zep no quiere vivir en esa Turquía oprimida y se enerva de ver que nada va a cambiar. Zep busca su lugar en el mundo porque siente que el que tenía se lo han arrebatado.

Cuando la conocí me dio la sensación de que acaparaba la atención con su acento americano perfecto y su personalidad arrolladora. Su costumbre de llamarte sweetie tampoco me entusiasmaba, pero pronto se ganó nuestra confianza y Ribe y yo sucumbimos al huracán Zep y Baracoa ha sido inolvidable en parte  gracias a ella. Un día tuvo la brillante idea de cocinar para los dueños de la casa en la que nos alojamos que tan bien nos estaban tratando. Para hacerse una idea estábamos pagando unos 6€ por noche desayuno incluido y alguna cena que también cayó. Además son una familia super agradable y si vais a Baracoa quedaos con ellos porque merece la pena. Decidimos hacer tortilla de patatas porque a Zep le encanta y Ribe y yo sabemos cocinarla. Ella se iba a encargar de comprar los ingredientes y nosotros de cocinar.

Una tarde apareció con un kilo de patatas y una cebolla minúscula, un tomate gigante y la noticia de que se apuntaban dos argentinas y una española que habíamos conocido. Tortilla para 10 con un kilo de patatas... Difícil empresa. Al día siguiente decidimos comprar más ingredientes.

Los huevos nos cuesta un horror adquirirlos. Pasamos la mañana de tienda en tienda comprobado que los huevos, al estar en la libreta de racionamiento no pueden ser adquiridos por alguien que no la tenga, es decir, no cubano; no huevos. Intentamos comprarlos en un puesto de bocatas donde vemos que tienen y nada, pero un tipo nos oye y se ofrece a comprarlos para nosotros en una bodega. Casualmente es un bicitaxista y nos lleva en su bicitaxi al lugar. Entra y compra los huevos y los saca escondidos en su mariconera y los transvasamos a nuestra bolsa o jaba como dicen aquí. Se lo agradecemos y se ofrece a llevarnos de vuelta, pero se rompe el bicitaxi. Nos despedimos de el dándole una moneda a modo de agradecimiento que rechaza.

Compramos más patatas y más cebollas por la calle y nos vamos a la playa a hacer hambre. Al volver de la playa nos disponemos a cocinar y comprobamos que no tenemos aceite. En la casa no tienen suficiente para freír patatas, así que me aferro a la épica y les digo que empiecen a pelar patatas que yo voy a buscar aceite a las 7 de la tarde. Nadie confía en que lo consiga. Las tiendas que no están cerradas no tienen aceite, así que empiezo a preguntar por bares y restaurantes cada vez más lejos de la casa y con menos esperanzas de conseguir aceite.

Una chica rubia me asalta enseñándome el menu de su restaurante y yo aprovecho para pedirle aceite. Negociamos y me dice que 2 cuc por el aceite. Accedo. Espero y me saca media botella de aceite de soja. Le pago un billete de 3 cuc. No tiene cambio. Busca cambio en un sitio. No hay. Busca en otro y viene y me da 2 cucs con una sonrisa. Entiendo que me ha hecho una rebaja aunque es posible que se haya liado con el cambio. Vuelvo heroico y me dicen que tenían un plan B que era usar grasa de cerdo.

Nos ponemos manos a la obra y nos sale una tortilla fastuosa a pesar del fogón eléctrico. Las argentinas y la española flipan. Y la familia nos felicita. La hija, Anabel, guarda un trocito a su novio que va menguando poco a poco. La tentación vence al amor. A falta de pan donde untar el tomate lo ponemos de ensalada y acompañamos la tortilla con arroz blanco.

Reflexionando sobre el tema nos damos cuenta de que hemos usado el approach inverso. Estamos acostumbrados a pensar qué queremos y conseguir lo necesario para obtenerlo. Aquí parece ser al revés y partes de lo que tienes y lo combinas. Me acuerdo de las palabras de J diciendo que no quiere vivir en un país donde no pueda bajar a comprar lo que necesita su familia a la vuelta de la esquina.

A la mañana siguiente la dueña de la casa nos prepara una tortilla para desayunar que está casi tan buena como la nuestra. La nuestra estaba sorprendentemente buena. Dice que ve Masterchef España y que deberíamos presentarnos.

Nos despedimos de ellos prometiendo una recomendación grande y de Zep prometiendo un reencuentro en Guatemala.


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