Tuesday, March 28, 2017

Caye to happiness

Debo entradas de Mazunte, San Cristóbal, Mérida y Bacalar, pero prefiero escribir sobre Cayo Caulker mientras el recuerdo está fresco y la pátina de la memoria aún no se ha posado... Jajajaja la pátina de la memoria, eh? Me pongo ridculamente poético y tomo el camino de la reflexión. Empiezo a hablar de la memoria y me olvido de lo que iba a contar. ¡Qué paradójico! Hablaré del olvido para recordar... Jajajajaja me viene otro acceso para no empezar con lo cronológico, con el noticiero, con lo prosaico.

Me despido de México y tomo un bus de Bacalar (recomendable 100%) a Belice City donde tomar un ferry a Cayo Caulker. A mitad de camino el bus se detiene para cruzar la frontera donde hay que pagar el equivalente a 25€ por salir del país. Una aduana muy relajada que presagia que el país no es precisamente estresante. En Belice City tomamos el ferry. Nada más salir vemos una columna de humo a pocos metros del puerto. Luego nos enteraremos de que la tienda se ha quedado. En un capricho del azar vemos cómo al llegar a nuestro destino una columna similar asciende a pocos metros. Esta vez vemos mucha agitación y una cadena humana de unos cien metros que lleva y trae cubos de agua del mar a la casa. Alguien grita que se necesitan más manos y nos quitamos la mochila para ayudar hasta que alguien grita que ya está y toda la cadena humana se dispersa en un aplauso hasta que la cosa vuelve a agitarse porque el fuego se ha reavivado y se vuelve a formar la cadena. Así hasta tres veces. Todo muy bonito. La multitud interracial colaborando para ayudar a un desconocido.

Terminada la buena acción del día ponemos rumbo al hostel regentado por una señora muy gorda llamada Gloria. El hotel es un microcosmos de gente de paso donde cada día se configuran grupos que en breve se disolverán. Edwin, un rastafari blanco de familia guatemalteca nos enseña la habitación que compartimos con dos alemanes y una italiana. Cumplida su función nos ofrece marihuana y cocaína que rechazamos a la vez que enlazamos el negocio sumergido con el modico precio del hostel. En seguida hacemos buenas migas con Sara, la chica italiana, que está enfadada porque Brandon, un rastafari negro con el que tuvo un idilio hace unos días ahora se pasea por el hotel con otra chica mientras Gloria chapurrea en castellano que Sara tiene cuernos alternando los cometarios con una risa de estas que comienzan con un grito. Las bromas a Sara se sucederán durante toda la estancia y ésta las soporta estoicamente. Nos cuenta que está atrapada en la isla y que lleva ya dos semanas en ella. También nos propone ir al día siguiente a bucear en un tour organizado. Nuestra política de sí a todos los planes nos obliga a acceder. Salimos a cenar y se nos unen dos chicas chilenas que ya llevan allí un par de días. La pandilla está formada y damos una vuelta de reconocimiento por la isla pero volvemos pronto al hostel porque el tour es temprano. Empezamos a echar de menos la comida mexicana y sus precios. Acabamos comiendo chop suey en un chino con el que nos cuesta comunicarnos.

El lenguaje en Belice es un asunto serio. El idioma oficial es el inglés, de hecho en los dólares beliceños aparece la Reina de Inglaterra, pero se escucha una variante que es el criollo, que por explicarlo de algún modo suena como un rapero ragga.  Además casi todo el mundo habla o chapurrea el castellano por la inmigración proveniente de Centroamérica.

Me despierta un concierto de pájaros, que una de la chilenas denominará como pájaros culiaos, y nos dirigimos al barco donde pasaremos el día. La primera parada es para ver tortugas y mantas rayas. Aquí he de puntualizar que no suelo ser muy amigo de estas actividades y que no las haría si no me dejase llevar por gente más activa que yo, y como suele pasar acabo muy agradecido de que así sea, porque ver una tortuga marina del tamaño de un niño gordo de 8 años pasar a tu lado es muy impresionante. Ver un animal tan alienígena como la manta raya pasar bajo tus pies es también una sensación destacable. La segunda parada genera otro tipo de sensaciones. Un tipo de la tripulación empieza a tirsr trozos de pescado al agua generando agitación y te repente unas aletas dorsales emergen y sí, son tiburones. Varios tiburones que aseguran inofensivos, pero tiburones. Esta vez tirarme al agua me da más respeto, no miedo, pero respeto sí, porque... tiburones sabes? En fin que los tiburones estaban a lo suyo rodeados de un montón de peces que no parecían tener ningún respeto ni interés por el ser humano. La tercera inmersión es para ver los corales y peces del arrecife, un poco menos impresionante pero interesante. Vemos una morena y dos barracudas. Al subir nos sirven ceviche y rum punch y el ambiente se torna más festivo. Cuando parecía que la observación de fauna submarina había terminado alguien divisa algunas aletas dorsales más, esta vez de delfines.

Por la tarde vamos a ver el atardecer a un muelle. La suerte de la isla es que puedes ver cómo amanece y atardece en el mar. El resto del día y del día siguiente lo pasamos los cinco juntos. En menos de 24 horas ya eres íntimo de una gente de la que te vas a separar en otras 24 horas. La despedida de las chilenas ha sido de las más sentidas en lo que va de viaje y la italiana ha decidido viajar con nosotros harta de las bromas acerca de que está embarazada de un rastita.

Los juegos de palabras que tanto me gustan están presentes por toda la isla. Tomando un helado un tipo en bicicleta me grita algo que suena como "Aiscrim yuscrim" que descifro como "Ice cream, you scream". Me doy cuenta de lo difícil que es explicar juegos de palabras en otro idioma así que me limitaré a enumerarlos. En seguida me pongo juguetón y empiezo a desear Belices fiestas a la gente, a ver aviones de bélice, etc. Veo pasar una lancha en la que hay pintado Caye to happiness y esbozo una sonrisa​ de complicidad conmigo mismo que me hace pensar en… complicidad conmigo mismo? Pero qué es esto? Venga a mirar por la ventana el belicioso paisaje.



Saturday, March 18, 2017

Trabajo acumulado

Es cierto que llevo muchos días sin escribir aquí y me preguntó por qué. De momento lo achaco a una desconexión con el lugar de origen. No se trata de una desconexión consciente, sino de algo que entiendo como un proceso natural de quién viaja durante un tiempo largo. Intentaré explicarme.

Los primeros días intentaba escribirlo todo de forma que quien leyese esto, incluido yo en el futuro, pudiese seguir paso a paso todo lo que me sucedía. De modo progresivo se da un cúmulo de hechos que te hacen dejar de escribir. Sientes que si escribes todo dejas de hacer otras cosas. Piensas en para quién escribes y cada vez es más borroso ese público al que hace ya dos meses que no ves.

El otro motivo es la costumbre de la mirada. Ya no eres un viajero recién salido de su país maravillado por cualquier suceso. Ahora tu rutina es viajar y eso se convierte en tu día a día. Y sigues visitando sitios increíbles, pero de alguna forma eso se ha convertido en rutinario, y cuando lo maravilloso se convierte en anécdota es el momento de parar, desacostumbrarte y cambiar la perspectiva.

Por coherencia narrativa continuaré por donde me quedé la última vez que escribí por aquí. Llegué a Oaxaca con Ribe desde ciudad de México. Nos hospedamos en un hostel donde conocimos a una chica belga que nos acompañó un par de días. Su viaje estaba terminando porque se había dado cuenta de que estaba enamorada de un chico en su Bélgica natal y había decidido volver e intentarlo con él.

En Oaxaca comí tlayudas, quesillo y mole. Visité Hierve el agua unas formaciones calizas que dan la sensación de cascada congelada donde te puedes bañar. También visité la iglesia de Santo Domingo de Guzmán donde tuve lo más parecido a un Stendhal que he tenido dentro de un templo religioso. Pensé en la necesidad de sentir a través de los demás, en tantas cosas que contar y tantas cosas que enseñar.

Estuve cerca de comer chapulines (saltamontes) que venden como snack en el mercado, pero decidí vivir con el hecho de que los únicos insectos que he ingerido en mi vida han sido de forma involuntaria cuando algún mosquito ha entrado en mi boca por ir a alta velocidad como Jim Carrey en Yo, yo mismo e Irene.

Mientras hacíamos tiempo para ir a Mazunte, pasó algo que cada vez me parece más frecuente en esto de viajar. Se dio la casualidad de encontrarnos con una chica suiza que conocimos en Real de Catorce. Según parece hay un río invisible del que es bastante difícil salir y que arrastra por los mismos sitios a gente con intereses similares. Esto propicia que encontrarte a alguien que conociste mil kilómetros atrás no sea tan raro como parece. Algunos lo llaman circuito mochilero y rara vez se remonta.

Por último decir que la luna aquí crece bastante horizontal, lo cual le da una forma de sonrisa ligeramente ladeada y guasona y cuando se esconde detrás del horizonte se pone de un color rojizo sandía muy interesante.

Thursday, March 2, 2017

Deriva 1

Una vez liberado de las tareas cronísticas sigo con ganas de escribir ahora más libre, ya no tengo que contarle a nadie el viaje, ya no tengo que frustrarme por mis problemas de recopilación cronológica. Ya he soltado esas cadenas que solo con leerme me imponéis. Ya estoy en paz. Ya tenéis lo que queríais y ya puedo escribir sobre la presión misma que supone escribir el blog. Sobre la necesidad de contar lo vivido. Sobre la obligación de obtener un producto de lo aprendido. Sobre el happiness only real when shared. Sobre la forma en la que muta el estilo dependiendo de la persona o personas que piense que puedan estar leyendo. Y de cómo tener en cuenta a varios lectores me lleva a un bloqueo raro, porque hay algunos a los que quiero hacer reir y saco al payaso, hay otros a los que quiero impresionar y saco al erudito, a otros simplemente les quiero contar el viaje y saco al cronista. Hay muchos más que aún no he identificado, otros a los que escondo a voluntad y algunos que solo aparecen cuando la inspiración es grande. Todos estos alter egos conforman lo que aquí se escribe y yo solo soy un tipo que pone orden mientras dependiendo del estado de ánimo uno toma fuerza sobre los demas y consigue que lo que quiere decir llegue al blog.

Solo copio lo que en mi cabeza ya está escrito. Solo copio lo que me susurra uno de estos señores. Pero tranquilos, esto solo es una forma de explicarlo, no estoy enfermo ni padezco de ningún tipo de demencia. Este que acaba de hablar es el pacificador. El típico que sale a hablar con el vecino cuando llama a tu puerta diciendo que bajes la música de la fiesta. Este tipo aburrido que lleva el control en muchas ocasiones. Posiblemente lleva vestido de piloto y le cae bien a su suegra.

Tengo pendiente una entrada de los porqués de viajar y voy escribiéndola mentalmente todos los días. Dialogando mentalmente. Haciéndome preguntas y respuestas sobre la utilidad de los pies. La utilidad de viajar. La utilidad de lo inútil y la inutilidad de lo supuestamente útil. Qué deslavazado todo.