Sunday, August 13, 2017

Nadar mar adentro

iMe despierto por la mañana y bajo a desayunar a la zona común del hostel y encuentro a Indra visiblemente preocupada, pero con esa entereza que los genes alemanes le confieren a la hora de contener la expresión facial de sus sentimientos. Encadena un cigarrillo tras otro y me hace comprender la expresión chain smoker en inglés, idioma en el que me dirijo a ella para preguntarle si va todo bien, a lo que me contesta que si no sé lo que pasó la noche anterior. Le contesto que no, que me fui a dormir pronto, poco antes de que ellos fueran a la fiesta que había en Bambú, una discoteca de música electrónica que posiblemente sea la única opción de diversión nocturna que hay en el pueblo y cuya música se podía oir desde el hostel gracias a las paredes de bambú y los techos de hojas de palmera con los que éste está construido.

Empieza a relatarme lo sucedido comenzando por que Luis está desaparecido desde las seis de la mañana. Luis Alberto es su novio argentino al que conoció en Montañita, Ecuador y con el que lleva viajando dos meses hasta llegar aquí, a Palomino, un pequeño pueblo del caribe colombiano de carreteras sin asfaltar y una playa bastante peligrosa pero hermosa a la vista. Un destino bastante atractivo para viajeros de bajo presupuesto.

La noche anterior pasé un rato con ellos. Me invitan a beber ron y hablo con Luis Alberto sobre música. Hablamos sobre los Héroes del Silencio y le comento que estuve en un concierto de ellos en 2007. La conversación transcurre y detecto una mezcla del clásico ego porteño con un dolor que le atormenta. Mis sospechas se confirman cuando la conversación musical deriva en un rapero argentino llamado Cancervero o Kanzervero que se suicidó recientemente después de grabar una supuesta obra maestra a modo de nota de suicidio. Achaco el dolor a un desengaño amoroso reciente que intenta combatir a través del viaje, las drogas e Indra. Mientras tanto, se hacen frecuentes sus visitas al baño acompañados por Hans, un alemán de veintipocos, bastante necio, que se pasa el día en una la hamaca del hostel cuando no está tatuándose el brazo o hablando de forma despectiva de los colombianos. Viendo que su ritmo energético es muy distinto al mío me voy a dormir y los abandono en su aventura deseándoles que lo pasen bien.

Indra me comenta que además de la cocaína y el alcohol, en la discoteca consumieron MDMA y que al volver al hostel, cuando el cielo ya clareaba, Luis Alberto decidió consumir una dosis de LSD que le hizo sentir deseos de ir a la playa con la esperanza de sentirse mejor. Ya en la playa empieza a comentarle a Indra que echa de menos a su familia y que está muy triste, acto seguido se adentra en el mar y comienza a nadar mar adentro desatando la preocupación de Indra que empieza a llamarlo y a pedir a alguien que le ayude a salir del agua. A partir de aquí los hechos se vuelven confusos. Al parecer un surfero lo devuelve a la orilla con ayuda de su tabla,  Luis se alegra de ver a Indra y le dice que la quiere por primera vez en dos meses, acto seguido su cara cambia a una expresión de pánico y vuelve a adentrarse al grito de que se quiere morir. Indra entra en pánico y comienza a pedir ayuda a cualquiera que se encuentra en la playa, pero la gente no parece muy dispuesta a arriesgar su vida por un turista visiblemente drogado. Finalmente consigue la ayuda de unos tipos que tienen una lancha a los que ofrece una cantidad absurda de dinero que luego nunca les pagará. Estos rescatan a Luis por segunda vez y éste, bastante formido, se resiste golpeando a uno de ellos. Finalmente lo inmovilizan y lo devuelven a la orilla donde éste se interna en el bosque que hay junto al río que desemboca en la playa. Y esa es la última vez que alguien ve a Luis Alberto. Indra pide ayuda esta vez a unos militares que hacen un pequeño paripé de búsqueda y le dicen que se tranquilice, que ya aparecerá comentario que la desespera aún más.

Trato de consolar a Indra que cada vez está más nerviosa y le digo que por lo que sé del LSD los efectos se le pasarán pasadas unas horas tras las que recobrará la razón y volverá. Ella insiste en culparse por lo sucedido diciendo que fue una irresponsabilidad llevarlo hasta la playa y que seguramente fue su gesto de reproche lo que le hizo adentrarse por segunda vez en el mar. Me pide ayuda porque su español es prácticamente nulo y necesita ir a la policía para denunciar la desaparición. La acompaño a la comisaría y donde el jefe de la policía, recién duchado, con la toalla a la cintura nos escucha sin mucho interés y dispara, a modo de primera pregunta, si el chico estaba drogado, a lo que Indra contesta que no, que tiene problemas mentales y que no había tomado la medicación. El policía responde en voz baja "drogado". Decido no traducirle esto último. Indra se sorprende de la indolencia de la policía y yo le explico que parecen acostumbrados a este tipo de situaciones, que esto Colombia y los locales conocen cuál es el reclamo turístico que impera en la zona. El policía nos pide una foto del desaparecido y le hace una foto a la foto del movil de Indra. Nos comunican que la búsqueda no puede empezar hasta pasadas 72 horas y que hasta entonces no pueden hacer nada. El policía se mete a terminar de secarse y volvemos al hostel. El hostel llamado La Natura está regentado por una familia que reportan a un dueño invisible con el que se comunican por teléfono. El recepcionista es tartamudo y no habla nada de inglés. Nos pregunta qué tal la cosa y le digo que aún nada. Se forma un círculo de investigación multilingüístico con diversas especulaciones. La madre del recepcionista nos dice que vayamos a hablar con el equivalente a protección civil, que allí se llama seguridad civil. Un chico de unos catorce años nos lleva a Indra y a mí en su moto por los caminos de tierra a hablar con un grupo de señoras que venden empanadas en la calle y nos comentan que son las encargadas de seguridad civil en Palomino pero que necesitan una orden desde Santa Marta para salir a buscar a alguien. El encargado de dar la orden está viajando en ese momento y no pueden contactarle, así que toca esperar. La madre del recepcionista nos dice que vayamos a hacer fotocopias de la foto y peguemos carteles por el pueblo por si alguien lo vio.

La frustración de Indra crece, pues no hay noticias de Luis y su mente especula con la posibilidad de que tenga hambre, sed o del ataque de algún animal salvaje o mosquitos. Al desaparecer, Luis solo llevaba un bañador estilo militar y nada más. Le digo que no piense en eso, que seguro que estará bien y que aparecerá en cualquier momento. Me dice que le ha parecido verlo un par de veces pero no era él, que al principio lo sentía vivo pero ya no lo sentía. Habla de que deberíamos avisar a sus padres en Argentina pero no quiere enfrentarse a ello aún. También especula con la idea de ofrecer una recompensa pues los padres del desaparecido tienen dinero de sobra, idea de la que la disuado rápidamente porque es algo que atrae a los carroñeros y le cuento historias de gente que se aprovecha de la desesperación por dinero. A continuación visitamos una pequeña base militar donde uno de los militares nos dice que hay unos compañeros suyos buscando, cosa que dudo, y que si por él fuera estarían todos buscando, cosa que también dudo, pero ya se va a hacer de noche y no pueden hacer más.

Las horas pasan y me como una deliciosa arepa con chorizo y queso e Indra sigue fumando y no come nada. Su cara parece como si hubiese envejecido diez años y empiezo a pensar en cómo la mente se activa cuando le das un puzzle irresoluble con una implicación emocional, en la obsesión por conocer lo sucedido. Visualizo las ramificaciones de los posibles sucesos y evalúo la probabilidad de que el chico esté vivo. De alguna forma empatizo con ella y me transmite sus nervios y su pesimismo y la esperanza de que el desaparecido siga vivo se empieza a diluir. Escuchamos dos militares hablan acerca de un ahogado encontrado hace unas horas. Indra entiende ahogado y le invade el pánico y me mira esperando mi traducción. Le digo que al parecer un niño se ha ahogado mientras jugaba en la playa o en el río. La noticia, a pesar de no tener ninguna relación se suma al clima de negatividad y me embarco en la empresa del falso pensamiento positivo diciéndole que seguro que está bien. Volvemos al hostel. Hans sigue en la hamaca con el brazo envuelto en film transparente. Hace algún estúpido comentario diciendo que Indra está overreacting. Mientras, me pongo en contacto con la embajada argentina en Colombia y me piden varios datos de la desaparición. Estos parecen azuzar a la policía que también se pone en contacto conmigo y me hacen varias preguntas, pero no comienzan ninguna búsqueda de momento.

Llega la noche y no hay mucho más que hacer. Michal y yo llevamos a Indra a cenar una pizza para intentar distraerla. Durante la cena aparece un tipo vestido todo de blanco que al parecer ha ayudado a Indra por la mañana en la playa. El tipo parece una especie de monje yogi y transmite una paz extraña. Comienza a dirigirse a mí por la comodidad del idioma y me dice que perdió a su hija hace un par de años pero que ya lo ha superado gracias al budismo y que el secreto es dejar ir las emociones. Su paz me parece un edificio hecho de palillos, pero no seré yo quien se lo derribe, además parece apaciguar a Indra, cosa que yo hace rato que no tengo energía para hacer. Nos vamos a dormir y le dejo a Indra mi tablet para que vea alguna película durante la noche, ya que sospecho que no va a ser capaz de dormir demasiado. Indra me dice que daría lo que fuera por que Luis estuviera vivo, un brazo, una pierna o lo que fuera. Intento decirle que todo irá bien y me retiro a dormir.

A las 7 de la mañana me despierto y me encuentro a Indra que me dice que aún no se sabe nada y que es hora de llamar a los padres y me pide como último favor que lo haga yo. Accedo y me entrega el móvil que da el primer tono con el número de la madre en la pantalla. Contesta una mujer a la que comunico lo sucedido tras explicarle quién soy. Le explico que su hijo está desaparecido desde ayer y me dice que no entiende nada. Que están muy preocupados porque Luis Alberto los llamó esta mañana desde el aeropuerto de Santa Marta muy asustado, diciendo que se volvía a Buenos Aires en el próximo vuelo. Al escuchar esto me invade una calma extraña y le comunico a Indra que su chico está vivo en el aeropuerto de Santa Marta y que su avión sale en dos horas. Intento reconstruir los hechos con los padres. Pasadas unas horas de su desaparición, cuando el LSD empezaba a remitir, Luis Alberto llega a la carretera principal, para un autobús y dice que le han robado. Alguien del pueblo nos dirá más tarde entre risas que llevaba el bañador roto y los cojones por fuera. Consigue llegar a Santa Marta donde tiene la mochila grande y el pasaporte. Allí contacta con sus padres para que le compren un vuelo a Buenos Aires.

Indra no entiende nada. No entiende por qué no se ha puesto en contacto con ella. Por qué ha huído de esa manera. Sus sentimientos han pasado en unos minutos de la desesperación al desconcierto y la rabia. Su única obsesión ahora es hablar con él, preguntarle qué ha pasado. Por un momento piensa en ir al aeropuerto a hablar con él, pero calculamos el tiempo y no lo conseguiría.

Cuando se tranquiliza me agradece la ayuda y me elogia diciendo que le he transmitido mucha paz y debería dedicarme a la mediación o a la traducción en ambientes de estrés. Yo le digo que no se preocupe, que para mí ha sido una aventura y que así tengo algo que contar en el viaje. Nos despedimos de ella pidiéndole que, por lo que más quiera, no vaya a Argentina a verlo. Nos dice que ok mientras sigue comunicándose con él a través del chat de Facebook. Días después accedemos a esa misma red scial para comprobar que pasó unos días en Argentina y luego volvió a Alemania, algo que nadie de los que allí estábamos dudaba. Comunicamos a todo aquel a quien habíamos movilizado: policía, militares, embajada, seguridad civil y ciudadanos voluntarios, que dejen de buscar y que muchas gracias y que disculpen las molestias. Todos dicen que no pasa nada, que lo importante es que está vivo.

La resaca de la aventura me deja pensativo y pienso en la tranquilidad de haber encontrado a mi tocayo con el que no compartí más que unas pocas palabras y medio vaso de ron. Pienso en el apego de Indra y en su comportamiento de mujer maltratada. Pienso en el yogui que perdió a su hija, en los padres de Luis Alberto, en los padres del niño ahogado y en cómo cada persona afronta las situaciones extremas de una manera más o menos efectiva. Pienso en la pulsión de huida, en la gente que lo manda todo a tomar por culo y simplemente se va sin mirar atrás. Pienso en si es peor una desaparición o una muerte, en ese estado de limbo dominado por la incertidumbre que te paraliza y no te deja ni vivir ni comenzar con el duelo.

La imagen de Luis Alberto nadando me recuerda a la canción "Mar adentro" de Héroes del Silencio, grupo del que previamente habíamos hablado. "Y por fin he encontrado el camino, que ha de guiar mis pasos ... Y nadar mar adentro y no querer salir".

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